lunes, 28 de enero de 2013

mea (mama) culpa

Mi confesión del día es que soy una mala madre.
Mala malísima... a veces me asusto a mi misma, a veces pienso que no merezco serlo, a veces, como ahora, lo digo en voz alta para ver si así me siento mejor.
Adoro la televisión porque cada cierto tiempo puedo decir "Y qué tal si vas y prendes la televisión" . Adoro la computadora porque cada cierto tiempo puedo decir "'No te gustaría jugar un poco de compu?". Aun no caigo en la tentación de los aparatos de juegos electrónicos mas sofisticados (no doy nombres porque seguramente daría uno totalmente des actualizado y se burlarían de mi), pero sé que los tengo ahí, guardaditos, como un as bajo la manga, y no escupo al cielo porque en cualquier momento de debilidad romperé el chanchito y de repente llegará a mi casa una caja que emocionará a mi hijo, y me asegurará a mí varias horas de calma ininterrumpida.
Empiezo la semana con la firme determinación de realizar alguna actividad compartida que implique creatividad y aire libre y esas cosas; tiempos de calidad que le llaman, algo como hacer galletas, o pintar una pared del cuarto, ir a una exposición  o salir a caminar; termino la semana agradecida de no haber decapitado a L y sintiéndome bien porque en vez de ver la programación de siempre pusimos una película y la vimos comiendo canchita.
Me siento una mala madre unas cuarenta veces al día,  cada vez que L me hace un comentario y yo lo miro y asiento, poniendo cara de que lo estoy escuchando, mientras en realidad estoy pensando en cualquier otra cosa, desde qué tengo que comprar en el supermercado, hasta mis planes de ir a la playa.
Me siento una mala madre cada vez que resuelvo un almuerzo con arroz con huevo, o cereal con yogur o peor aun, con comida rápida: muy atractiva/cero nutritiva. Cada vez que en vez de pelar una manzana saco una galleta. Cada vez que me hago la loca con limpiar orejas, cortar uñas o lavar pelos. Cada vez que gasto dinero en algo para mí en vez de comprar un juguete, un libro infantil, un tarro de plastelina.
Me siento una pésima madre, y una mala persona, cuando mis frustraciones del día, o del mes, se vuelven "No hagas eso!" o "Cuantas veces te he dicho?!" o "Estoy harta de que...". Cuando mis reacciones son sobre dimensionadas o explosivas; cuando mis respuestas son negativas o displicentes. Cuando no lo miro a los ojos, cuando no escucho sus argumentos, cuando lo callo, cuando me impongo sin dejar lugar al diálogo. Me siento una mama de pacotilla cuando él me abraza y no respondo a su abrazo, o peor aun, cuando lo abrazo rapidito nomas, para pasar a lo siguiente; cuando llego a casa y me ofrenda un dibujo hecho especialmente para mí y yo, casi sin mirarlo, le pregunto "¿Ya te bañaste?"; cuando pienso que lo quiero y no se lo digo porque hay "cosas mas importantes de que hablar".
En resumen y para no seguir con la lista, con tanta frecuencia me siento una mala madre que ahora decido confesar que lo soy.
No importa que el invidente de mi hijo no se de cuenta, no importa que todavía no me lo haya reclamado, no importa que él siga abrazándome y hablándome y queriendo pasar tiempo conmigo; Finalmente ¿qué sabe el? , solo tiene cinco años. Probablemente resolverá todo esto en su adultez, posiblemente logre procesarlo y crecerá para ser un mejor padre que yo. Ojala.
Mientras tanto, y solo por la duración de este escrito porque tampoco soy masoquista ni me gusta la auto - flagelación, me acuso y me encuentro culpable, y me sentencio a tener que vivir conmigo misma y con mi mala maternidad por lo que me queda de vida.

1 comentario:

  1. yo pensé que esta autoflagelación estaba ya superada por tu generación! no, no y no, hay que cultivar y desarrollar nuestro costado "masculino" en este asunto...porké no? y claro, sin culpabilidad!
    Ross

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