miércoles, 22 de mayo de 2013

Sobre los nuevos medios: La princesa sapo no quiere chatear más...


Cuando mi mamá tenía catorce y mi papá dieciocho y decidieron ser enamorados, ella vivía en Sullana, y el en Lima, estudiaba en la Uni. Todos los viernes terminando clases se subía a su carro, pisaba el acelerador (mi papá siempre ha tenido debilidad por la velocidad automovilística),  y enrumbaba en una travesía de toda la noche y parte de la mañana del sábado, hacia el norte. llegaba al mediodía  se lavaba la cara e iba a buscarla, almorzaban y pasaban juntos la tarde (siempre me he imaginado el momento en el que ella abría la puerta y se miraban, sabiendo que tenían por delante unas cuantas horas de plaza provinciana y chaperones de doce años, para luego dejar de verse por una o dos semanas). Al llegar la noche se iba por supuesto a un hotelucho de medio pelo a dormir y el domingo temprano emprendía el camino de regreso porque, claro, tenía que llegar a clases el lunes.

Cuando tenía quince años me llamaban por teléfono, al teléfono fijo de mi casa, yo corría a contestar y si era la llamada que estaba esperando (un chico por supuesto) me encerraba en algún cuarto vacío para pasarme los siguientes quince minutos entre comentarios tontos, pausas interminables, preguntas incomodas y risas queditas, poniendo la mano sobre el receptor del teléfono para que no se escuche mi emoción. Uno de mis regalos más preciados en la adolescencia fue un teléfono para mi cuarto, pop hasta la pared del frente, transparente y de cordón celeste, ese teléfono y la respectiva linea "privada" consolidaron lo que yo creía en ese momento que era mi adultez; la posibilidad de mantener una relación con el mundo desde un espacio íntimo y personal.

Ahora le tenemos flojera (o miedo) al verdadero contacto. Es casi imposible pensar en viajes por carretera de veinte horas para ver a alguien por seis horas,  no tiene sentido, no es efectivo, ahora hay chats y facetime, y skype y watsapp. Cada vez es más raro recibir o hacer llamadas por teléfono, casi siempre contamos con dejar un mensaje, o un rastro en el registro del teléfono receptor,  y no tener que pasar por el trance agotador de "hablar" de verdad con la otra persona. Es más fácil mandar un mail, un mensaje de texto, una carita (feliz, triste o molesta) y de esa manera ahorrarnos el tiempo y esfuerzo de "escuchar" una respuesta.
Cuando no había otra que vernos a las caras, visitarnos, tomar un café, salir juntos a "relojear" por la placita de sullana ; el proceso de comunicación se configuraba a un nivel orgánico. El cuerpo del otro estaba ahí  con sus gestos y entonaciones, sonrisas, muecas y posturas y toda esa información se filtraba a través de nuestra propia  experiencia, emoción, estado de animo y finalmente resultaba en una representación del otro. En otras palabras, lo sentíamos. Su temperatura, su volumen, su olor y sus sonidos. Su materia y su energía proyectada hacia nosotros en el presente. (Asu cuanta "carga"!). Tiempo después,  durante el reinado del teléfono fijo,  ya estaba permitido no mirar a quien te enamoraba, podías sólo escucharlo, y si manejabas bien la respiración, era posible esconder completamente una capa enorme de información. Ya no había que compartir el espacio, pero por lo menos sí el tiempo, el mismo momento, y la gracia era saber que en ese mismo segundo en alguna parte de la ciudad alguien suspiraba contigo. (La carga se reduce)
Ahora, en la actualidad.... Bueno.... ¿Qué quieres que te diga?
Me encantaría estar discutiendo esto contigo mientras nos tomamos un café, mirarte mientras me escuchas y escucharte mientras me miras. Pero yo estoy en mi propia vida y tu en la tuya, y lo único que nos une es una pantalla y seiscientas cincuenta palabras que escribí en otro momento, en otro lugar. Ni siquiera seremos conscientes de que nos estamos comunicando, y si quieres refutar con la literatura en la cabeza, los libros y cada material impreso que comparte características con este humilde espacio cibernético, te contestaría que a este humilde espacio cibernético no le interesa un pimiento ser artístico, que está mucho más interesado en ser un vínculo concreto con otros, en comunicarse y en la reflexión comunitaria.
Ahora en la actualidad, nada es tan distinto, las cosas siguen cambiando y siempre nos vamos a sentir un poquito desfasados, porque todo tiempo pasado fue mejor y nadie sabe que nos depara el futuro. Mientras tanto las historias de los viajes interprovinciales se glorifican, los teléfonos transparentes con cordones de colores adoptan sus lugares en los museos y nos queda la pregunta principal, a mi entender, la única que tenemos que hacernos, la que seguramente nos venimos haciendo desde el principio: ¿Acaso tanto cambio de formas nos cambia también los fondos? ¿Y estamos de acuerdo?

sábado, 4 de mayo de 2013

Noche en Blanco

La Noche en Blanco...

A) Conozco a quienes se dedican a ella el año completo, que viven durante 364 días con sus noches trabajando para generar este espacio, este evento. Reunir artistas de diferentes disciplinas, de distintas nacionalidades y utilizar las calles y espacios públicos para el encuentro de estas manifestaciones artísticas y el espectador que busca disfrutarlas. Una noche al año en la que las artes inundan las calles, los artistas se juntan y la comunidad acoge la perspectiva lúdica de quedarnos todos despiertos en el disfrute colectivo y libre de una exposición de gran dimensión.

B) Coincidí hace unos días en un estudio de televisión (en el que me entrevistaban por la obra en la que trabajo en este momento) con la alcaldesa de barranco- distrito en el que se realiza la edición 2013 de la Noche en Blanco- que iba a promocionar e informar sobre la participación de la alcaldía en el evento. Me preguntaba mientras la escuchaba hablar, ¿Qué tan intensa hubiera sido la colaboración si la iniciativa no venia respaldada por la Unión Europea, los artistas internacionales y el Tsunami de relaciones públicas que la Noche en Blanco se ha sabido hacer año tras año? Yo vivo en barranco y no considero su gestión  municipal especialmente lucida ni con objetivos claros y sostenibles con respecto a la cultura, a las dinámicas de los vecinos o al uso y aprovechamiento de los espacios públicos. La alcaldesa de barranco, a quien no conozco personalmente, me parece más interesada en el marketing de su gestión que en la gestión en si.

C) Transito diariamente por la esquina en la calle Cajamarca en la que se encuentra La Casa Recurso, durante bastante tiempo la he visto vivir como un espacio que confluía gente del medio teatral, hombres y mujeres llegando a ensayar, armando ferias de diseño independiente, veladas de jamming o impro, clases yoga, etc. Un buen día la colorida casa, amaneció con grandes letreros municipales de clausura, y sin saber mucho (nada casi) sobre la situación, mi primer pensamiento fue "Municipalidad de Mierddd...". (Yo vivo y miro el mundo con el filtro de que la minoría/ el desposeído SIEMPRE tiene la razón, y ese es mi "error dramático"). La mejor consecuencia de estos letreros de clausura: Se empiezan a juntar artistas y vecinos de barranco cuyas practicas están ligadas a la cultura, para hacer un frente común, tanto para la interacción con las autoridades como para la programación y organización de su interacción con su comunidad, con su barrio.
CONCLUSIONES BLANCAS:
Salgamos hoy en la noche y vamonos de boleto viendo arte, viendo gente y viendo calle. Con amigos o solos o con hijos, hermanos o vecinos. Salgamos!
Salgamos todos los días a caminar por la calle con la firme creencia de que es nuestra, y podemos (y debemos) usarla positivamente.
Salgamos a pedir que las autoridades faciliten, agencien y gestionen la creación y formalización de focos de cultura en cada esquina, sino para crear arte o fomentar cultura, para ayudar a reducir la inseguridad ciudadana, para aumentar los vínculos dentro de los distritos, para aumentar las iniciativas económicas y empresariales que estos "focos" pueden significar.
En cualquier caso Salgamos, miremos la luna, tomemos aire, caminemos, salgamos.