miércoles, 20 de junio de 2012

Y así pasaron diez años...

Pasaron diez años "como quien no quiere la cosa" y la Universidad no me suelta. Ahora del otro lado del pupitre, dando la espalda a la pizarra, en el desgraciado limbo al que pertenecemos aquellos que no nos mandamos a hacer la tesis, ostentando el, nada elegante y poco respetable título de "JP".
Entonces cada cuatro semanas me detengo y me pregunto: ¿Te gusta esto o lo haces para tener una entrada de dinero fija que te permita pagar las cuentas?... y cada cuatro semanas, para mi sorpresa, me respondo: Las dos cosas.
El ejercicio de acompañar una clase (de la misma manera que acompañar el crecimiento de un hijo) puede ser un cruel recordatorio del paso del tiempo. No digo "enseñar" porque no me gusta otorgarme la responsabilidad de enseñarle nada a nadie (¿quien soy yo para hacer eso?) y porque en estos diez años si algo he entendido es que nadie aprende (aprehende) escuchando a otro, sino reflejando la experiencia y visión de otros en si mismo, por tanto: acompaño (y cada vez mas seguido cuento  anécdotas) a mis alumnos y en nuestros seis (en realidad tres y medio, aunque a ellos les cobren seis) meses por semestre, los veo hacerse de una cantidad importante de "información" que luego la vida se encargará de ordenar en su cerebro y en su corazón.
"Lo mismo hice yo hace un poco mas de diez años" "¡DIEZ años!" y realmente cierro los ojos y espero por un segundo abrirlos y ver las caras de mis compañeros de promo en esa rotonda, las fachas de universitarios-artistas-nosvestimosasiporquetrabajamosconelcuerpo, repasando letra de alguna escena, organizando algún trabajo o-y esto debe de haber desesperado a todas las buenas almas que tuvieron la dudosa suerte de compartir el pabellón "Z" con nosotros- estirando las articulaciones o calentando las "cuerdas vocales" (todas queríamos ser nuestra maestra de Expresión Oral y corporal) en el medio del pasadizo. Y creyendo. Porque sin importar los estigmas y las frases hechas y las advertencias paternas, que tuve la suerte de nunca escuchar, nosotros creíamos. Teníamos fe. En el teatro, en nosotros, en el medio que pronto seria nuestro, en el país. Así salimos a la "vida" y avanzamos (bien juntos al comienzo, y con el paso de los años, cada uno por su propio camino pero sin perdernos de vista) y si bien nunca me soltó la Universidad (nunca en estos diez años dejé de viajar hasta San Miguel al menos una vez por semana) recién hace muy poco tiempo me reconozco mas "docente" que estudiante. Ahora sí me veo como se veían mis profesores! Y cuando aparece esa fe "ciega" en alguno de mis alumnos, esa mezcla de ilusión, pasión e ingenuidad; y me doy cuenta de que ya no habita en mi, por lo menos no de la misma manera, se ha transformado, es la fuerza motora de casi todo lo que hago y tema para toda una entrada seguramente, pero ya no es Fe y ya no es " ciega", ya creció. Ya llegó a la edad de la "razón".
A veces escucho hablar a algún alumno y  me da la sensación de que en algún momento entre esa rotonda de hace diez años y ahora, alguien me robo algo. 

2 comentarios:

  1. Casi muero al final de tu texto. Que mujer !

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  2. Oye Vaneshita ta muy lindo tu blog,,,hay que perseverar por estos lares y no seas como yo que lo empezé y olvidé el blog luego luego. Te felicito, te ha quedado muy lindo. Te leerlé siempre, y cuando llegues a los 25 posts dignos de ser publicados al igual que los minidiálogos que has publicado de L, compraré los dos libros. Te quiero.

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