miércoles, 28 de agosto de 2013

De como viajar acá cerquita y regresar con algunas lecciones

Mi hermano D está en Mexico D.F.
Se fue por "chamba", sin embargo me lo imagino casi caminando sobre las nubes del paraíso, ahí rodeado de metros y metros de celuloide y kilos y kilos de chile (benditos somos los que logramos "chambear" en lo que nos apasiona). Nos escribe desde la filmoteca de la UNAM: "no utilizan simplemente archivo fílmico  para denominar lo que ellos protegen, cuidan y difunden : Ellos le llaman acervo fílmico (...) uno es una suma de bienes que se acumulan, se catalogan, se archivan, lo otro es un conjunto de bienes que guardan el patrimonio moral, cultural, espiritual de una colectividad"
Hace varios años viaje a Buenos Aires, durante un bajón económico importante en la Argentina, varios hicimos ese viaje, aprovechando que por un tiempo el peso se igualaba un poco al humilde sol y que, dada la coyuntura, se podía saquear, cual buitres sedientos, tiendas de libros y música  y  regresar a la Lima gris con maletas considerablemente más pesadas que a la partida. El primer día  allá subí a un taxi y el taxista me hizo una reseña de los ciento cuarenta montajes teatrales que habían en cartelera en ese momento, me contaba entristecido, que solo había podido ir dos veces al teatro ese mes, que con las "cosas como estaban" había tenido que recortar sus gastos. Dos veces al teatro en un mes, en época de crisis económica.
¿Quién decide qué cosa es Cultura? 
Esta definición que me alcanza D me resulta tan elocuente: Bienes (tangibles o intangibles, seguramente no le molestará que acote) que guardan el patrimonio moral,  espiritual de una colectividad. 
Entonces los limites de la "Cultura" se delinean junto a los de su moral, a los de su espiritualidad, y cualquier creación humana que se sustente en un impulso espiritual puede ser considerada "Cultura". 
Que difícil cuando la colectividad en cuestión, la sociedad en cuestión,  no tolera la diversidad de morales, la diversidad de espiritualidades que la conforman; que difícil que reconozca entonces la inmensidad de su acervo cultural. 
De repente el camino es el inverso, quizás la búsqueda más efectiva empieza por valorar las manifestaciones culturales, para luego validar el alma que contienen.
 Parece ser más sencillo:  ¿Nunca has probado quinua? ¡Pruebala ahora! justo ahora, que conocer la mayor cantidad de insumos alimenticios nacionales está de moda. Existen historias hermosas sobre la quinua, la mayoría de origen andino, porque es, y ha sido por mucho tiempo un alimento sagrado, pero por ahora no importa si las conoces, por lo pronto prueba la quinua, seguramente una vez que te guste le prestaras más atención a lo que se dice de ella, a lo que ella significa para otros.
Pero qué pasa cuando no hay una Tendencia de comportamiento de por medio? Cuándo lo que se necesita es un poco de apertura, un poco de tolerancia, un poquito de curiosidad personal y mucha autoestima. Un combo imprescindible para sumergirse en las diferentes corrientes culturales que nos rodean. Qué pasa cuando tenemos que dejar de lado por un momento nuestra propia espiritualidad, nuestra propia moral, para validar y respetar la de otros, que puede ser distinta y que se manifiesta de otras maneras. ¿Podemos? ¿O nos ganará el miedo? Porque  resulta terrorífico darse cuenta de cuantos y cuantas no son iguales a ti, no sienten lo mismo que tú, no se ríen de las mismas cosas que tú, no se excitan con lo mismo, no creen en lo mismo. Puede ser aterrador aceptar que tu cultura; aquello que te define como ser trascendente y en relación a lo demás, no es un TODO controlable, sino la suma de muchas partes vivas, cambiantes, incontrolables; propias y ajenas, pero igual de valiosas.
Hacia eso deberíamos avanzar mi querido D. Hacia esa palabrita. Acervo. Conjunto. Avanzar hacia eso superando el miedo, la mediocridad (que a veces nos hace jalarle la pata al de arriba), la intolerancia, la desidia. Hacia un acervo inmenso, gigantesco, brutal... qué alcance para treinta  filmotecas y para absolutamente todos los taxistas treinta veces al mes. 
Mientras tanto, y haciendo el camino, que te enchiles como loco, que la envidia sana te revuelva el cerebro de esa manera poética y radical que tu tienes, y que regreses feliz y dispuesto a seguir "archivando" sueños.